El joven y la profesora desobediente

  Con 31 años, pese a que las pecas de su cara le confirieran un aspecto más aniñado, haber ganado una plaza como catedrática de instituto e...

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jueves, 19 de agosto de 2021

Resort de azotes para novatos (IV)


 

Faltaban unos minutos para las once cuando la última pareja Svletana y Niko hicieron su entrada. Él, como el resto de los hombres, conservaba la ropa de la cena mientras que las chicas, cumpliendo un poquito inquietas con la particular etiqueta ordenada, vestían su ropa de noche. Incluso Alice que vestía un camisón de algodón largo con estampado de un unicornio con chaqueta de heavy, estaba siguiendo las directrices.

 

Las parejas se sentaron alrededor de Philippe en varios sillones.

 

               Bien, ahora que es momento de irnos para la cama es un buen momento para iniciarnos en lo que, verdaderamente es la disciplina doméstica.

Los chicos parecían encantados de dar este paso en la curva de aprendizaje, y, en cuanto a las damas, aunque les asustaba un poco, también era verdad que, pese a que no lo reconocerían jamás, la mayor parte de ellas empezaba a sentir cierta curiosidad, mitad culpable y mitad expectante.

 

-        Es muy común en todas las casas que estos momentos previos al descanso, sean propicios para castigar alguna falta o corregir alguna actitud. En general, se tratarán de azotainas de relativa poca intensidad, aunque, si nuestras chicas se merecen una más contundente porque no se ha podido corregir antes o por vuestra decisión, no hay nada que objetar. No obstante, tened en cuenta que incluso la más revoltosa tiene derecho a dormir, así que, en general, no soy partidario de disciplinas severas a estas horas.

“Entonces que pasaría si, por ejemplo yo, fuera tu hija, y te enteras que te he cogido el coche sin tener carnet. Pero tú estás trabajando, y no llegas hasta la noche” La concurrencia se sorprendió cuando una inusualmente locuaz Alice formuló esa cuestión.

“Pues verás, es una pregunta excelente, de verdad, gracias por hacerla. Además, un gran ejemplo…pues lo correcto sería tener una charla cuando yo llegara a casa. Y al día siguiente tendrías que elegir la falda más larga del armario porque te iba a dejar el culo y las piernas con más rayas que una cebra”. La franqueza de Philippe arrancó una risita a los presentes, aunque la de las mujeres tenía un tanto de nerviosa. “No te voy a castigar porque esté enfadado contigo, ¿Lo entiendes?, te castigo por que te quiero y es lo que necesitas. Que al día siguiente estuviese menos enfadado, no cambiaría nada. ¿Me seguís?”.

El auditorio asintió.

-        Todas sabéis que, al cabo del día cometéis un sinfín de acciones que, si existiese un karma, significarían que tendríais que haber hecho acabar con el culo como una manzana. Pero esa justicia perfecta no existe, y lo sabéis.

“Afortunadamente”, interrumpió Jimena con un comentario que fue bien acogido por sus compañeros de estudios.

“Peeeero, - continuó Philippe-, no significa que vuestro hombre no sepa eso, así que, ya sea porque confesáis alguna culpa o porque así lo decide vuestro marido por otras razones, no es raro que tengáis que ir a dormir con el culo bien caliente con cierta habitualidad.

-        Pues eso no lo veo justo…., dijo Svletana, igual he sido buena todo el día.

A Jimena le gustó que la joven rusa había comenzado a adoptar ya las expresiones propias de las chicas de la Isla. Levantó la mano y Philippe calló para dejar contestar a su amiga.

-        Si has sido buena, te pondrás como te diga Niko, y aceptarás el castigo. Es de agradecer que, aunque tú creas que se equivoque, y a este respecto debo decirte que el “ser buena”, es un concepto muy relativo, tu marido se preocupe por lo que has hecho. Y es más, si tu hombre ha tomado una decisión, es aquí se considera muy serio el desafiarla. No es algo que las mujeres podamos hacer. Es ilógico.

 

“Es verdad, desobedecerle ya son palabras muy mayores…,- apostilló el anfitrión-, lo que debes hacer es aceptar su decisión, y además, seguro, como dice Jimena que si tu marido ha tomado la decisión de aplicarte un castigo, es por buenos motivos.

El pensamiento de su hombre obligándola a asumir la posición de castigo,  imaginárselo firme a pesar de sus súplicas y proclamaciones vanas de inocencia hizo que la joven, inconscientemente, frotara levemente un muslo contra el otro al tiempo que se acaloraba levemente.

Philippe continuaba con la introducción teórica de la sesión: “Pues, según se ha visto, esas suelen ser las motivaciones de los azotes de antes de ir a a la cama, y, recapitulando, lo habitual será aplicar un castigo suave o moderado, pero, esto, señoras no os debe hacer llegar a la falsa conclusión de que no os va a doler. Os dolerá, y mucho. El castigo es algo que las mujeres debéis temer, si un castigo, os pudiera parecer incluso soportable, es momento probar otro.

 

Lidia acariciaba la mano de Marco y reflexionaba sobre aquellas palabras: “tenéis que odiar los castigos”, que era la segunda vez que oía aquel día. Por un lado la atávica aversión a experimentar dolor que, además, era infligido con toda intención y por otro lado, la certeza de que ese castigo era administrado por amor, provocaba en su cabeza un choque de trenes que le aceleraba el pulso, y por qué negarlo, le hacía hormiguear la parte más baja de su vientre.

 

-        Bueno, pues, con todo explicado, solo nos queda atender a nuestros profesores. Chicos coged vuestras palmetas y atended.

Rodrigo se sentó y ayudo a Jimena a recostarse sobre sus piernas.

-        Parejas, la posición que vamos a practicar es poner a nuestras chicas sobre las rodillas, es una posición muy adecuada para castigos moderados. Por un lado nos permite mucho control sobre vosotras, y, al tiempo, aporta mucho contacto físico con vuestro cuerpo lo que nos da mucha información sobre cómo va la cosa, y aporta un importante componente de unión entre la pareja. Finalmente, es  sobre todo útil cuando se usa la mano o instrumentos cortitos como la palmeta.

 

La palmeta, que algunos habitantes de la isla que eran de origen norteamericano denominaban “teardrop”,  era una pequeña paletita de cuero muy grueso del tamaño de una mano grande y forma de lágrima. En la parte fina de la lágrima estaba enganchando un mango corto para blandir el instrumento.

Con parsimonia el hombre subió el camisón turquesa de su mujer y enrollando la braguita entre sus nalgas, dejó más expuesta su bonita anatomía. El culete se veía blanco, sin muestras de la azotaina previa a la cena.

Sin más preámbulo el hombre alzó su mano derecha y dejó caer un seco chirlazo en la parte más sobresaliente del culo de Jimena. Aunque no excesivamente fuerte, Jimena, que recostada miraba a sus alumnos, no pudo evitar cerrar los ojos, mientras una marca roja se formaba en la piel de su trasero.

 

“Recordad que los castigos siempre deben de ir “in crescendo”, comentaba Rodrigo mientras la cadencia y sonoridad de los palmetazos no dejaban de aumentar.

CRACK, CRACK, CRACK…  los palmetazos resonaban y Jimena ya tenía que apretar la mandíbula para evitar gritar.

Jimena ya se había rendido y gemidos de dolor se escapaban de su boca para cuando su marido llevaba cinco minutos de constantes azotes.

-        Como veis me estoy centrando en la parte más prominente de su trasero, por dos razones, como norma es la zona que siempre debe recibir más atenciones, ya que es la mejor adaptada a ello de la anatomía de una mujer, y por otro lado, al contrario que en otras azotainas donde nos interesa “enternecer” los “sitspots” para que tengáis un buen recordatorio cada vez que os sentéis, aquí se va a acostar en la cama, de manera que la parte que va a entrar en contacto con las sábanas es esa, y por tanto, hay que asegurarse que escueza un poquito.

Claire, para sus adentros, tuvo que elogiar lo racionalizada que estaba la disciplina femenina en esa sociedad, en efecto, nada se había dejado al azar.

En esos momentos el cuero restallaba ya de forma inclemente contra las nalgas de Jimena haciendo surgir vibraciones que, desde el centro de sus nalgas se iban expandiendo, como si se tirara una piedra al agua. Las redondeces de Jimena ya estaban al rojo vivo, y la pobre ya balbuceaba pidiendo clemencia. Era en vano. Era patente que el llanto era cuestión de tiempo… de poco tiempo.

Un azote de Rodrigo particularmente fuerte y que caía sobre una zona ya muy castigada, logró un doble efecto, por un lado, una marca carmesí de forma redondeada se formó en en el lugar donde el rígido canto de la paleta se había enterrado  con más saña en las delicada carne, y por el otro, el cruel aguijonazo había hecho que Jimena cometiera un error: instintivamente dobló su pierna tratando de proteger del calvario a sus posaderas.

La vibración del mango en la mano del hombre le transmitió, como spanker experto que era, que, sin duda, ese había sido un azote ganador.

-        Como veis esta señorita se ha ganado un azote de penalización por haber desobedecido.

Jimena se maldecía a si misma, porque sabía lo que implicaban las palabras de su marido…

“Normalmente, prosiguió el hombre, tenéis que fijar a vuestras chicas, unas normas a ese respecto. Jimena sabe que eso le costará un azote, que al ser de penalización será en los muslos. Esto la ayudará a mantenerse en la línea que le he marcado”.

Las chicas escuchaban un tanto asustadas las explicaciones de Rodri, el cual, sin dejar de hablar alzó su brazo y con energía dejó caer la palmeta sobre el muslo derecho con tanta fuerza que Jimena tuvo la sensación de que un volcán abrasaba su pierna con lava. El alarido de dolor y las lágrimas llegaron simultáneamente.

“Como os podéis dar cuenta, esta leoncita ya ha entendido la idea, y, aunque seguro que a partir de ahora va a ser una niña buena, nosotros tenemos la norma que la segunda desobediencia son dos azotes, la tercera son cuatro…” así, que, como no quiero teneros despiertos hasta las tantas azotando los muslitos de mi querida mujer, voy a ayudarla a ser buena” Con habilidad el hombre pasó una de las piernas sobre las de Jimena que sollozaba, quedando así sus piernas firmemente pinzadas por las de él.

Tras cinco minutos más de azotes y con Jimena aullando de dolor en cada embate, finalmente Rodrigo se dio por satisfecho.


 

La cara de las chicas era un poema, e, incluso, podría decirse que alguna, había palidecido.

“Muchas gracias  a Rodrigo y sobre todo a Jimena. Por favor cielo, ¿Vas al baño a recomponerte y nos ayudas en unos minutos?’”.

La joven fiscal asintió con el cuello frotándose la nariz con una muñeca mientras que con la otra mano se frotaba la macerada carne de sus posaderas.

“Pues vuestro turno, apostilló Philippe, que es tarde y mañana creedme que vais a necesitar energía”.

La sonrisa de los caballeros provocó un poco de inquietud en las damas, que aún se encontraban un poco consternadas por el castigo de “moderada intensidad” que acababan de presenciar.

Claire susurro algo al oído de su marido, y Mitch se levantó a hablar con Philippe: “verás, ya sabes que te estoy muy agradecido por dejarme traer a mis dos chicas, pero en estas sesiones que son tarde, y un poquito largas, por no fastidiar a nadie, igual era buena idea que tú o Rodri me echarais una mano con una de ellas”.

“Me parece una buena idea, veamos si Rodri no está muy cansado” dijo Philippe, mientras los dos hombres se acercaban a Rodri que estaba estirando el brazo.

-        Compañero, Mitch me ha propuesto que te ocupes de una de sus chicas, eso si no te duele el brazo, que tampoco es plan que te vayas a la cama con molestias, es por no acabar muy tarde.

-        Por supuesto, perfecto, espero a Jimena y me pongo con la chica que me dejes.

Cuando Mitch se sentó y  colocó a Alice sobre sus rodillas el resto de parejas ya habían adoptado la posición, con todas las damas mirando de reojo desde sus comprometidas posiciones el pequeño instrumento de rígido y grueso cuero que blandían, aún, inerme sus maridos.

 

Timidamente comenzó una alegre sinfonía de percusión tocada por las diabólicas baquetas sobre los traviesos culetes de las chicas. Según la intensidad iba subiendo, se incorporaron a la composición las primeras aportaciones vocales. Aun cuando los azotes no habían alcanzado la velocidad de crucero, el dolor que emanaba de los castigados traseros era mucho peor que el  que habían experimentado en la clase anterior aun en su apogeo. Ahora, todas entendieron el por qué se les había insistido que los azotes con la mano no eran apropiados para un castigo como tal.

Cuando Jimena se reincorporó a la sesión los azotes y los quejidos ya habían alcanzado una cadencia más que aceptable, y quedó muy sorprendida cuando vio que su marido se aplicaba en darle el apropiado tratamiento al trasero de Claire. La hermosa madurita se retorcía con cada ”acorde” que salía de su trasero y las lágrimas corrían abundantemente por su enrojecidas mejillas. La joven fiscal se dio cuenta que las piernas de su marido sujetaban las de ella, que, además, lucían ya cuatro marcas semicirculares de color púrpura. Jimena entendió que en algún momento, Claire, no había sido todo lo obediente que debía haber sido.

Philipe se detuvo frente a Nikolai que se afanaba en calentar el trasero de su hermosa odalisca que se retorcía como una anguila fuera del agua. Aunque las nalgas de Svletana presentaban un vivo color encarnado, Philippe decidió, interrumpir la serenata.

“Nikolai, espera un momento”, dijo Philippe. El ruso detuvo su brazo y su joven mujer que sollozaba de forma casi inaudible, respiró aliviada; pero, como es norma en Isla Cane ,cuando se está corrigiendo a una mujer por su mal comportamiento, el alivio no suele ser duradero…”Debo felicitarte por el trabajo, se ve que tiene buen tono, y ella se lo va a pensar antes de portarse mal otra vez, pero….¿Has hablado con ella de la penalización si no era obediente durante el castigo?”

 “Sí”, respondió el joven ejecutivo de banca. Niko señaló que antes de empezar le había dicho a su mujer que, si se le ocurría moverse, la azotaría en los muslos hasta que esta se quedara sin voz.

Philippe miró las largas piernas de Svletana; eran firmes, bonitas, largas y… blancas, era evidente que el hombre no había cumplido sus advertencias. “Pues, por lo que he visto, ya  debiera tener las piernas estampadas a palmetazos, y están bien blanquitas”

“Ya…, es que, la palmeta, pega fuerte, y como está llorando, no quiero ser un tirano, entiéndeme”.

Philippe asintió, entendiendo sus inquietudes, pero, como le explicó, sus temores eran naturales pero no eran fundados: “No te preocupes, haces bien en preocuparte, y es loable, yo mismo he tenido que expulsar de alguno de estos cursos a algún matón, pero este no es el caso. Si la estás castigando es por qué ha hecho algo que te ha hecho decidir que lo merece”.

Nikolai asintió grabando las enseñanzas de su mentor. “Ella sabía las consecuencias si no se comportaba, y aun así, ha decidido que le da igual. Si lo toleras, el mensaje que estás mandando es que, en verdad, no te importa lo que hace, y es un mensaje que a nuestras chicas no les gusta recibir. ¿Entiendes?”

-        Sí, pero tampoco quería pasarme de estricto.

-        No temas, si te ciñes a lo que has prometido, que, además es muy razonable, no te pasarás de estricto, simplemente serás justo.

-        ¿Estás seguro?

-        Mira, Nikolai, no te preocupes. Está llorando, y le duele el culo… como todas. Ella está aborreciendo cada segundo de la azotaina, y cuando esa palmeta le tueste las piernas, lo aborrecerá aún más, es lo normal. Y por eso se hace.

Svletana tenía sentimientos encontrados tras oír aquella conversación que había tenido sobre su trasero. Por un lado se encontraba profundamente indignada, se habían limitado a hablar como si ella no existiera, como si no contara para nada, ni siquiera un ¿Tú que crees?, tan siquiera le pidieron una aprobación retórica tipo “¿Verdad, Svletana?”. Era casi  medieval….pero, por otro lado…ver que su normalmente indolente Niko se había preocupado por ella y ver como los dos hombres se ocupaban de cosas de hombres de forma natural,  sin dudar, sin vacilar, sin dejarse amedrentar por la presencia de una chica… eso le había gustado. También el hecho de ver todos aquellos maridos, (y padres), tomando sus responsabilidades le había hecho reflexionar. Estar allí, viendo a todas esas chicas en su misma posición, le había hecho, sentir unos lazos de hermanamiento con sus compañeras de ordalía. No se sentía ni más ni menos, simplemente, y como había dicho Philippe, se sentía una de ellas…“Como todas”.

“Princesa, creo que es verdad. Te he dado suficientes turnos gratis”, dijo Niko mientras palmeaba suavemente las piernas de Svletana. Ella lo entendió al momento y estiró sus piernas lo máximo que pudo. Quería estar bonita mientras su marido le daba lo que era suyo…


 

Jimena, contemplaba a Mitch, que había dejado la palmeta en el sofá mientras, en voz baja, abroncaba a su pequeña princesa que, en honor a la verdad, presentaba un trasero bien rojito y que sollozaba de manera casi convulsiva.

La profesora esperó un momento en el que Mitch hiciera una pausa y realizó una irrupción.

“Mitch, no quiero, ni tendría derecho a hacerlo, objetar a tu decisión de no castigar más a Alice, pero…. Puedo preguntar por qué la tomaste”

Mitch se sintió un poco incómodo con la cuestión, pero, al fin al cabo, la profesora estaba haciéndole una pregunta y para él la jerarquía era importante; y, además, no quería darle un mal ejemplo a su hija.

El hombre elaboró un poco su respuesta antes de empezar a responder. “Pues, la verdad, es que cuando empezó a pedirme perdón y empezaron las lagrimitas, pensé que ya era suficiente”

“Sin querer criticarte, pero… entonces paraste porque estaba llorando ¿O porque tú creíste que había sido suficiente?”

Mitch, procesó la cuestión, y rememoró cosas, y se acordó de una llamada de madrugada, de un accidente, de una jovencita entre la vida y la muerte enganchada al cable de una máquina; se acordó también de innumerables viajes al instituto, a la oficina del sheriff, a departamentos de seguridad de centros comerciales…

Mientras el hombre procesaba la información, Jimena acarició el ahora suave gemelo de la joven. “Estás muy guapa, Alice”. La jovencita, le devolvió la sonrisa y le alegró que se hubiera percatado de lo perfectamente depilada que lucía ahora.

El hombre recogió la palmeta la cual volvió a azotar con furia el trasero de Alice, restallando tan fuerte en cada impacto que casi lograba silenciar los aullidos de dolor de su hija. Mientras la descarga de azotes llovía sobre su dolorido culo, Alice, tan sólo deseaba no habérselos merecido…

Lidia aulló como una loba en celo cuando el palmetazo restalló haciendo pedir auxilio a todas las terminaciones nerviosas de la delicada piel de sus muslos. Entre los azotes, la morena italiana suplicaba una clemencia que, en realidad, sabía que no iba a ser concedida. “Perdóname” suplicó la mujer cuando un chirlazo la hizo romper por enésima vez la postura con la consiguiente penalización que sabía que iba a llegar. Marco le acarició la cabeza y le apartó un poco el pelo, cortado en media melena, de la cara. “Claro que te perdono. Pero no por ello, debo de dejarte hacer lo que te  dé la gana.” Dos potentes palmetazos cayeron sobre los ya muy enternecidos muslos de Lidia haciéndola temblar de dolor. El llanto se hizo agónico, y ella se rompió por completo, “No me pegues más, haré todo lo que quieras, pero por favor, no más”, la respiración entrecortada le hacía complicado hilvanar dos frases largas “te juro que voy a ser buena” . El patetismo de su mujer hizo dudar a Marco, que ni siquiera se había dado de la presencia de Jimena contemplando la escena. La mirada dubitativa del hombre se cruzó con la de la instructora que permanecía allí en pie.

-        Es señal de que el castigo va por buen camino, dijo Jimena para sorpresa de Marco. Pero, ella todavía no lo entiende.

Jimena se acuclilló junto a la cara de Lidia que estaba colorada. “Lidia, cariño. Sé que te duele, y que es una de las primeras veces, pero te aseguro que, aunque esté durando un poquito más de lo normal para daros tiempo a aprender, los chicos están siendo muy comedidos.” La sofisticada italiana trataba de recomponerse mientras oía la suave voz de Jimena. “Tu marido no está azotando en el culo por que seas mala, ni por qué no te quiera. Es justo al revés, él se enamoró de ti porque eres educada, bonita y buena chica, y tampoco te está castigando porque quiera que hagas lo que él quiera, para eso, se hubiera comprado una esclava o casado con una boba, y eligió para compartir su vida una mujer inteligente, valiente y con criterio. Los azotes son para que mejores, no por que seas mala. Y nos pasa a todas”.

Las palabras de Jimena, además de servir para calmar a Lidia, (posteriormente la italiana confesaría a su marido que más por la sedosidad del tono que por las palabras, ya que, hasta un rato después del castigo, no tuvo la cabeza suficiente como para procesarlas), sirvieron para que Marco recapacitara y tuviera aún más presente la grandeza de la mujer que había decidido compartir su vida con él.

“Eso sí, Marco, se generoso y ayúdala a portarse bien”. Marco entendió el mensaje y bloqueo las piernas de su mujer con las suyas propias, con lo que evitaba tener que volver a castigar las delicadas espaldas de los muslos de Lidia.

Pasó casi media hora cuando para alivio de las damas, Philippe dio por terminada la clase. Aunque cada una de ellas presentaba una serie de elementos singulares, las cuatro parejas habían acabado adoptando una imagen bien similar: las mujeres con las mejillas superiores coloradas por el llanto, y las inferiores por el prolongado castigo que habían recibido; y sus piernas,-todas con abundantes marcas como muestra de las “recompensas” recibidas por su falta de colaboración-, firmemente pinzadas entre las poderosas extremidades de sus hombres.

El profesor orgulloso repasó con la mirada a sus alumnos, y no pudo menos que felicitarlos por la excelente actitud mostrada. Finalmente, dando por terminada la sesión recordó a las parejas el horario para la mañana siguiente.

Jimena, recordó en voz alta, que una vez en las habitaciones, las chicas se acordaran de los botecitos de crema… y que hablaran de ello con los chicos.


 

Sería tedioso repasar el abundante catálogo de quejido, lagrimitas, románticos susurros y algunos gemidos guturales que no tenían que ver con dolor alguno que se enseñoreó de todas las habitaciones aquella noche  hasta que, una tras otras todas las luces se fueron extinguiendo. Tan solo nos  pararemos en una, con una breve escala en otra…

Alice estaba tumbada sobre la cama de matrimonio, que a todas luces era gigantesca habida cuenta que la muchachita iba a ser la única que no iba a compartir lecho esa noche, esperando que su madre saliera del baño donde leía los prospectos de los bálsamos redentores.

Cuando se sentó en la cama junto a su hija, Claire repasó las piernas de su hija, constatando que, efectivamente, había subsanado su error. Cuando recogió la braguita de su hija para extender los ungüentos revisó también con la mirada la entrepierna de Alice, aprovechando que, así recogidas, la sutil tela de las braguitas tan solo cubría la parte más íntima de la feminidad de la joven.

Claire parecía más serena. “¿No podías haber venido así desde el principio?”. La pregunta de su madre hizo ruborizar a la joven.

“Princesa, no pienso cometer los errores del pasado”. “Recuerda a lo que te llevó tu sinrazón, podías estar en prisión. Y te libraste por muy poquito. Y no ganaste nada, porque, no fuiste feliz”

Claire comenzó a extender el bálsamo por el culo de su hija mientras continuaba hablando :           “ papá y yo te vamos a dar una estructura. Te prometo que no te vamos a fallar y, aunque ahora estés furiosa con nosotros, confío que en unas semanas cuando te hagas amiga de algunas buenas chicas y veas que este es buen sitio para encajar puedas empezar a perdonarnos;  y dentro de unos  poquitos años, cuando termines los estudios que elijas y tengas ilusión con un buen chico que además sea guapo, confío en que podrás entendernos de todo.

La mamá cuando terminó de embadurnar el culo y los muslos de su hija se sentó en la cama, mirando hacia puerta que daba salida al balcón y que permitía ver el mar desde su posición. Alice se arrodilló en la cama y liberó un poco la tela de su braguita. -la cual había empezado a resultarle un poco incómoda tan enrollada dentro del pizpireto surco que dividía su trasero-. De rodillas avanzó hasta situarse detrás de su madre.

Por sorpresa, la abrazó muy fuerte rodeándola por completo con sus brazos.

-        No hay nada que os deba perdonar.

 

“¿Cómo estás?”, preguntó Rodrigo que acababa asearse en el baño mientras Jimena veía la televisión tumbada boca abajo con la cabeza en la posición teórica de los pies. Su culete rojo aun brillaba por efecto de las cremas que su marido le había aplicado con mano experta.

-        Bien, me las he ganado mucho peores…, y tú, ¿El brazo bien?

Rodrigo  sonrió, “Sí… las he tenido que dar mucho peores”…

 El hombre se arrodilló en el suelo, justo pegado a la cabeza de su mujer y obstaculizando la visión de ella sobre la tele.

Los dos tortolitos sonreían, intuyendo el devenir de los acontecimientos.

-        ¿Nadie te ha dicho que eres un tonto?

-        Mmmmmm, nop….

-        ¿Y un pesado?

-        Pueessss….. deja que recuerde…. No tampoco…. Um… espera…. Sí …una novia que tuve…. Una bruja….. era fiscal

-        .¡Serás patán!

Rodrigo recorrió a besos los labios de Jimena que por el bálsamo labial tenían un suave sabor a fresa.

-        Un patán…. pues vaya… y yo que pensé que te caía bien… ¿Qué podría hacer para que cambiaras de opinión?

Jimena se mordió con expresión picara el labio inferior.  “Tal vez una cosa…ven que te lo digo al oído”.

Rodrigo, aun arrodillado acercó confiadamente la oreja a los labios de su mujer mientras los ajustados calzoncillos ya no podían ocultar una creciente turgencia bajo ellos. Por toda respuesta la juguetona amante mordió con sus incisivos el lóbulo de su hombre, tirando de él gentilmente. Cuando se cansó de saborearlo, lo soltó y recorrió con su cálida y húmeda lengua cada pliegue de la zona interna de la oreja de su marido, el cual no pudo evitar que un cerquito de humedad apareciera en el calzoncillo que apenas ya podía embridar su virilidad desbocada.

Finalmente, Jimena le susurró al oído con un lenguaje que tan solo usaba en las grandes ocasiones: “que me folles desde atrás, como a tu zorrita que soy, quiero correrme hasta que me duela” Rodrigo dio un brinco y se situó detrás de su amada la cual, mientras estaba tumbada, había deslizado una mano bajo su tripita para jugar en lugares que una dama no debe transitar. El embriagador perfume de la humedad de ella atrapó al hombre mientras colocaba unos almohadones bajo su mujer para hacerle más accesible aquel suave y completamente liso nido de amor.

Jimena estaba muy receptiva porque, aunque ella jamás reconocería esto, cuando había tenido la ocasión de ver a su marido disciplinando a otra mujer, siempre le había parecido erótico. Tras los primeros roces del glande de su hombre contra sus humedecidos labios, no fue complicado para ella el atrapar con su cuerpo el férreo glande cuando Rodri decidió ocupar su vagina. Disfrutó de la sensación de como la carne de su vientre era forzada a apartarse al paso de aquel amado invasor que parecía no tenía reparos en reclamar cada vez más y más espació dentro su feminidad.

La mujer gemía al compás de las embestidas de su fornido marido y trataba de responder haciendo lo propio acompañando con movimientos de cadera que tan solo lograban empalarla más en aquella lanza de carne.

Él rebotaba contra el dolorido culo de su amada, y disfrutaba de infligir aquel pícaro castigo, mientras ella sentía que aquel dolor, la despertaba, evitando que se abandonara a un disfrute perezoso. Aquel tormento la activaba y la hacía ser consciente de los detalles, de como aquel hombre la hacía gozar, penetrándola, (no entendía a esas mujeres que, en algunos países, rechazaban el término), y haciéndola florecer como mujer.

El éxtasis no tardó en llegar,  arribó inesperado, en una embestida que pareció sajar su cuerpo en dos de lo profundo que su hombre había logrado clavarse en la cálida y sonrosada entraña femenina. Jimena rodó por el barranco de las sensaciones con un terremoto que la sacudió, tan fuerte que hasta pareció apagarle la luz a sus ojos.

Sus brazos colapsaron y su cara, con la boca abierta en espasmo, se apretó contra las sábanas. Solo notó como si una broca girara dentro de su tripa y luego, se dio cuenta, que el Río Nilo, hecho hombre, se había desbordado en el fértil valle que cada mujer alberga en su vientre.

Abrazadas, sonrientes, relajadas, de lado, poca abajo, con las ventanas abiertas… esa noche, cuatro mujeres durmieron felices descubriendo que, el escozor del roce de las sábanas sobre el  culete de una chica traviesa, no era impedimento para dormir muy a gustito.