El joven y la profesora desobediente

  Con 31 años, pese a que las pecas de su cara le confirieran un aspecto más aniñado, haber ganado una plaza como catedrática de instituto e...

martes, 12 de enero de 2021

Las consentidas nenas de la familia Moretti. Capítulo 2. Ajuste de cuentas.


Tras la guerra y la desmovilización masiva de tropas, el teniente Velasco, volvió a convertirse en Ignacio Velasco, fundador y único socio de “Investigaciones y Asesorías de Seguridad SL.”. Tras seis años de sufrimiento, la sociedad decidió castigar a todos los colectivos que habían provocado un prolongamiento de las penurias, y los partidos políticos tradicionales, en toda Europa, acusados de demasiados miramientos con las asociaciones que justificaban acciones que, solo en España habían causado más de cien millares de muertos e infinidad de heridos. Desde las tribunas se lanzaban soflamas cada vez más incendiarias, poniendo en el disparadero a los movimientos sociales más comprometidos. En pocos meses se había pasado de discutir las cuotas de género en la dirección de las empresas, a tomar el primer nuevo gobierno de la Paz, como primera medida la limitación de horas de trabajo que podía realizar una mujer. Y eso fue solo el comienzo. Las propias mujeres que habían sufrido en sus carnes la crueldad de los atentados, comenzaron a dar cada vez más la espalda a los planteamientos reivindicativos, ya que la sola defensa de alguno de los planteamientos de esos grupos acarreaba una condena social y el ostracismo. El movimiento en pro de la mujer, giró de plano, señalando como traidoras a la mujer a las que habían participado en el proceso del feminismo moderno, acusándolas de trasladar la lógica marxista de la lucha de clases a las relaciones entre hombres y mujeres. El movimiento de Neo-liberación, como se denominó, abogaba por una mujer que se debía realizar en su verdadera naturaleza, esto es, en el ámbito privado, ambiente en el cual protegida, amada y cuidada, podía florecer la verdadera esencia de la mujer. Dicho proceso fue convenientemente alentado y profusamente regado con fondos procedentes de los ámbitos de interés más dispares. La necesidad de ser permanentemente tutelada por un varón que debía velar por ella, fue un siguiente paso, el siguiente el perder la capacidad de voto, ya que el hacer que una mujer tuviera que decidir era ir en sentido opuesto al desarrollo de su plena feminidad. Por supuesto, la clase social y su concepción de la mujer también se vio alterada, ya que, las mujeres de mejor posición social, no tenían necesidad de ocuparse de la casa, y pronto surgió una moda que se encargaba de manifestar esto de forma visible, tacones imposibles, faldas de tubo, corsés que hacían imposible cualquier esfuerzo físico son solo algunos ejemplos de la nueva moda que comenzaba a imponerse. En muy poco tiempo, las damas pertenecientes a las clases de la élite restringidas con las más originales joyas que servían como auténticos grilletes. Esas mujeres, se hacían acompañar de doncellas, que, provenientes de clases más humildes se encargaban de ayudar a sus señoras en todas sus necesidades, desde comer, hasta el uso de los lavabos. Las propias mujeres de clases medias y populares que debían aportar a las economías domésticas portaban como señal de coquetería alguna restricción, como las esposas que solía llevar Raquel, su ayudante y secretaria y cuyo tintineo era un sonido habitual en las estancias del viejo piso donde tenía su sede su empresa de investigación privada. Los grandes diseñadores, con el acicate de una nueva demanda comenzaron a presentar vestidos que exigían cada vez, cinturas más estrechas y constricciones más demandantes. En el plazo de unos meses, el monoguante, (guante único para ambas manos con la longitud del brazo pero sin dedos, que mantiene las extremidades de la mujer inmovilizados a su espalda), se hizo un obligado como complemento si una chica deseaba parecer arreglada. Ante la popularización de esa prenda, los diseñadores comenzaron a diseñar los vestidos de Venus, confeccionados de tal forma que se ocultaran los brazos de las afortunadas poseedoras de estos exclusivos vestidos. Las exigencias de la moda eran cada vez mayores, como lo era la creatividad de los diseñadores para poner a prueba la disposición de las mujeres. Desde hacía unos meses la posición de la orante, en la cual las manos son restringidas en posición de rezo entre los omóplatos, era la señal más inequívoca de distinción y abolengo. Valores como la virginidad, la devoción y la discreción se habían convertido en universales, y era habitual el ver a chicas silenciadas con mordazas de las más diversa variedades. Un claxon sonó dos veces. Absorto como estaba, Velasco, no se había dado cuenta que después del enésimo alto, la caravana volvía a moverse.

No hay comentarios:

Publicar un comentario