El joven y la profesora desobediente

  Con 31 años, pese a que las pecas de su cara le confirieran un aspecto más aniñado, haber ganado una plaza como catedrática de instituto e...

jueves, 19 de agosto de 2021

Resort de azotes para novatos. (III)

 


 

 

Jimena concentró a sus compañeras y se dirigió a la zona de “cuarteles de invierno” de las chicas. Aunque había sillas, ninguna se sentó.

 

-        Bueno , qué tal ha ido la experiencia

 

Tras unos segundos, Lidia contestó: “rara, la verdad”….

-        Explícate un poco más, saca tus sensaciones, sé que cuando las proceses tendrás respuestas, pero perderás el torrente de emociones que tenemos ahora.

 

-        Pues…. No sé, me ha dolido,-todas las chicas, incluso Alice que iba temperando sus respingos asintieron con sus cabezas-, y no me gustó, hasta lo maldecía por todo el daño que me hacía, pero, no sé por qué, empecé a pensar a que todo ese dolor no me estaba dañando, era…. comedido… no sé si me explico.

 

 Sus compañeras asintieron de nuevo.

 

-        Sí,  y sentía que aunque fuera “primitivo” lo hacía por mí, añadió Claire.

-        Me gustó sentir que en ese momento era el centro de su universo, que darme esos azotes que me merecía era lo más importante para él en ese momento… no es algo que sienta muy a menudo, rompió Svletana su habitual silencio.

 

Jimena escuchaba atentamente a sus compañeras mientras cogía de un armarito una serie de botes y tubos.

 

-        Os pregunto por qué, algunas veces, alguna de las chicas nuevas así lo siente, ¿Os habéis sentido humilladas?

-         

Claire fue la primera en responder.

-        No, y la verdad es que me lo preguntaba,  mientras no paraban de caerme azotes; es decir, pensaba que cómo era posible que no me sintiera humillada, me dolía, y a veces me cagaba en sus muertos,- Jimena sonrió ya que conocía bien ese sentimiento-, pero no había humillación. Pues eso… estaba allí con vosotras, mujeres triunfadoras que pueden lograr cualquier cosa, y nuestros hombres no estaban azotando y… no sé, me sentí bien… me sentí dócil. Era natural para mí, raro, pero natural.

 

-        Sí,- continuo Lidia-, como… como si encajara, como si todo estuviera bien, en su sitio…

 

 

Jimena decidió, que ella, también tenía una deuda de sinceridad con sus nuevas amigas.

-        A mí, cuando me azotan, me siento libre. Es decir, odio con todas mis fuerzas ser castigada, y vosotras lo odiareis también, como todas, y cada instrumento y cada postura están ideados para que los odiemos, pero, cuando soy disciplinadas, no siento más que soy una  fiscal, o ama de casa, o conductora; o farmacéutica… me siento libre para ser solo mujer. Siento que, con ese hombre que se ocupa de mí, incluso si me duele, puedo abrir la puerta a mi feminidad más salvaje y que muchas veces tenemos que camuflar en el día a día. Someterme a él me permite vivir mi verdadero yo, mi yo más radical. Y eso es lo que busco en un compañero, alguien que me complemente y me haga crecer.

-        Vamos, que prefieres llorar más veces que otras porque eso significa ser más feliz que otras, dijo Svletana, recapitulando con su curioso acento eslavo la síntesis de lo expuesto por Jimena.

-        Justamente…Svletana había plasmado en dos rasgos la esencia de su larga disquisición. Sin duda, esa capacidad dejaba patente una viva inteligencia, pensó Jimena.

 

-        Quiero eso….. ponme dos…. dijo Claire mientras guiñaba un ojo. La broma relajó el ambiente que había quedado un tanto “reflexivo” tras las palabras de su intructora.

 

 

-        Pues bueno… que no quiero dar excusas para que los chicos se empeñen un poco más tras la cena si llegamos tarde. Vais a poneros por parejas, pero, primero, quitaos la falda y las braguitas.

 

-        ¡Ni de coña! Fue la réplica de Alice.

 

Claire que ya estaba obedeciendo las indicaciones miró a su hija.

 

-        Alice Martin, tienes tres segundos para empezar a bajarte esos pantalones y hacer lo que ha dicho Jimena, si no, se lo diré a tu padre, y no creo que eso sea bueno para tu posición, jovencita.

 

A regañadientes la joven obedeció a su madre y se hizo patente el porqué de su primera negativa a obedecer. Frente al resto de mujeres que lucían de cintura para abajo un estado de extrema pulcritud y unos pubis primorosamente rasurados, Alice presentaba un desmañado parche de vello en su bajo vientre y sus piernas tampoco hubieran ganado un concurso de suavidad.

 

Las damas de la familia Martin estaban tan rojas que parecía que se habían convertido en mujeres semáforo.

 

-        ¡Qué forma es esta de avergonzarnos! Claire  roja de ira contemplaba atónita la  falta de atildamiento de su hija.

 

Como explicación del natural enfado de Claire hay que señalar que, aunque no era mandatorio por ninguna regulación, Isla Cane como  país próspero y civilizado que era, había desarrollado unos estándares de belleza femenina muy sofisticados y exigentes, entre los cuales estaba que las mujeres extremaban el cuidado de su vello corporal, optando la mayoría por rasurarlo ya que era la forma más sencilla de mantenerlo siempre perfecto. Como además, por los usos sociales, era muy probable que una mujer acabara tarde o temprano en una posición delicada, todas extremaban las precauciones, y,  por así decirlo, repasar las líneas del bikini en las playas de Isla Cane, era un placer para la vista.

 

-        ¡Te dije que no quería bromas con esto antes de salir de casa! ¡Te lo dije! Pero claro…la culpa es mía por fiarme de ti…. Pero sabes qué, que pienso decírselo a tu padre, y a mí me calentará el culo, y con razón, pero a ti, ¡Te lo va a despellejar!

 

Aunque para el resto de chicas el pecadillo era “venial”, (cuantas no nos hemos preparado para una noche de pasión, y, sobretodo en invierno, no nos hemos avergonzado un tantito al empezarnos a poner las medias…), pero estaba claro que la orden de su mamá era categórica, y, en una sociedad en que las mujeres tenían tanta responsabilidad en la proyección social de la familia, el asunto no era baladí.

 

 

Alice, hacía lo posible por taparse el desaguisado de su pubis mientras daba saltitos de pie a pie como si anticipara el castigo por su negligencia.

 


 

 

Jimena intervino, “Claire, tienes toda la razón del mundo, pero, va a ser la hora de cenar, y como no os explique lo que toca, a la que le van a despellejar el culo es a mi…”.

 

La broma, aunque amenazante, rompió el impasse y logró que los acontecimientos se pusieran de nuevo en movimiento.

 

-        O bien, os lo explico igualmente y nos lo depellejan a todas por tardonas…. No sé….Venga chicas, que esto os va a gustar… Los bálsamos. Aunque puede que ahora nos duela un poco el culo, os aseguro que esto no es ni un aperitivo de lo que nos puede llegar a esperar, así que, aunque como os podéis ver, ninguna tenemos marcas más allá de un poco de  rojo que se va disipando, es importante que, siempre que nuestro pompis haya recibido “atenciones” y lo antes posible cuando nos lo autoricen, nos echemos ungüento y bálsamo. Aunque de momento no nos haga falta, os voy a dar a cada una este bote de tapa verde, que es un compuesto que ayudará a absorber hematomas y cardenales, - las chicas tragaron saliva viendo la naturalidad con la que Jimena trataba el tema-. En la isla tenemos muchos laboratorios y cosméticas importantes y todos tienen buenos productos en el mercado, (en efecto Isla Cane había aguantado junto con Francia como líder del mercado aun a pesar del advenimiento de las marcas coreanas y japonesas), así que, por el momento cogedlo, pero no hará falta, al menos ahora.

Y ahora, por parejas, os vais a tumbar y os echareis este tónico de tapita azul, que alivia el dolor y tiene cierto efecto frío que también mantiene a raya la hinchazón. Este se absorbe muy rápido, todas las mujeres aquí lo llevamos en el bolso. Es fácil de usar, y seguro, no os preocupéis si necesitáis echároslo cerca del ano o la vagina. Y no seáis rácanas cuando os lo echéis, es mano de santo.

Las chicas cumplieron lo encomendado y constataron que, efectivamente, al poco tiempo su piel estaba ya seca y su pompis recibía una agradable sensación de fresquito.

“Cómo se llama”, preguntó Lidia sosteniendo el botecito verde en la mano “creo que me voy a comprar una caja”.

-        Da igual, son universales, tapita verde y azul, todas las marcas. Casi todas las químicas, dermatólogas y hasta ejecutivas de las empresas también son mujeres, así que nos lo ponemos fácil entre nosotras.

Disfrutando de las bondades de la cosmética isleña, las mujeres bendijeron esa mentalidad. ¡Eso sí que era sororidad!


 

Los minutitos de “aftercare” habían sido agradables para las chicas, y, hasta Svletana que no había entrado con muy buen pie, se iba integrando poquito a poco. Incluso Claire que tras una severa admonición acerca de que después de la cena quería ver a su hija “suave como el culito de una bebé”, había relajado un poco la expresión de enfado.

El ratito en comunidad había contribuido a reforzar los lazos entre las chicas, pero, la hora se aproximaba y no era buena idea, disfrutando de tan particulares vacaciones, el hacer esperar de más a sus Romeos, así que aunque con un poquito de pena por tener que dar por terminado tan benigno “aquelarre”, se fueron vistiendo y encaminándose a la terraza, donde cuatro mesas con velas las esperaban bajo la titilante luz de las estrellas.

 

Cuando llegaron, Philippe esperaba a las parejas elegantemente vestido. Tras indicarles unas nociones de cómo sería la cena, fue avisando a las parejas de que, a las once, iniciaría la lección de la noche. Aunque los chicos conocían los pormenores, a las chicas, sólo se les dijo, que la clase iba a ser un tanto temática, y que por ello deberían asistir con ropa de cama.

 

Todos  apuraron el tiempo disfrutando de la agradabilísima temperatura, y, tras unos minutos para ir al aseo y cepillarse los dientes, las parejas pasearon por el auténtico vergel que constituía el jardín de la villa. Y decimos parejas, ya que una apurada señorita se afanaba en su cuarto de baño entre cuchillas, cremas y tiras de cera… “ni medio pelito”, le había vuelto a repetir su madre antes de entrar a cenar.

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