El aperitivo
de bienvenida se desarrolló acorde a lo previsto, con los organizadores
acercándose a las distintas parejas y
tratando de que estas entablaran conversaciones entre ellas. Cuando llegó la
hora de la comida ya se habían descubierto unas incipientes afinidades e
incluso, la díscola Alice había aliviado un tanto su gesto adusto y había
cruzado unas palabras con Svletana.
La comida, que
realizaron sentados todos en una soberbia mesa de caoba americana, fue una
deliciosa colección de pescados, suficiente para que nuestros hombres no se
quedaran sin fuerzas pero ligera para que nadie pudiera excusarse luego en
malestar de estómago. Las conversaciones bailaron por diversos temas, aunque,
curiosamente ninguna tocó el tema mollar por el cual se encontraban reunidos.
Un observador avezado, como lo es el lector, se hubiera percatado que dos de
las mujeres, permanecían un tanto al margen, por un lado Svletana que
participaba poco, y por el otro Alice, que había permanecido inmersa en la
pantalla de su móvil hasta que finalmente, su madre se lo arrebató con
brusquedad.
Tras el café,
y cuando los invitados ya se iban levantando, Philippe indicó a la
concurrencia, antes de que esta se dispersara, que el próximo hito sería la
primera clase que, como la mayoría, se impartiría en el salón biblioteca. Los
chicos deberían estar a las siete, para que Philippe les pudiera dar el
programa y ciertas instrucciones mientras que las mujeres podían disfrutar de
un rato más de asueto ya que, su cita era
a las siete y media.
Las parejas
aprovecharon la primera parte de la tarde para disfrutar de las comodidades de
la villa o a para pasear por la playa desde la que se vislumbraba el cercano
arrecife de coral contra el que rompían las olas, haciendo que tan solo un mar
manso besara la hermosa costa.
Rodrigo le
hablaba a Jimena del proyecto de colonia de foca monje que llevaba a cabo el
departamento que dirigía no lejos de aquella playa. Ella lo escuchaba mientras
lo miraba con ojos vivaces. Su sagaz inteligencia extraía los datos que
diseccionaba y almacenaba en su cerebro con meticulosidad, como maravillaba a
su marido, dentro de cinco años ella recordaría las edades y sexo de los
cachorros de foca, mientras que él, aquel dato, lo habría extraviado en su
laberinto de neuronas.
-
Sabes que te digo….
-
No, dime, gatita.
-
¡Que me pongo celosa cuando te oigo hablar de
focas! Con un ágil escorzo de cintura, se agachó rápidamente y, antes de salir
corriendo, arrojo un puñado de la suave y caliente arena a su marido.
Pero, si se va
riendo mientras se corre, y un competidor es una fiscal de complexión pequeña y
el otro un fornido biólogo marino con miles de horas de inmersión, la suerte de
la carrera está echada. A los pocos segundos, la espalda de Jimena se apoyaba
en la arena mientras Rodrigo se afanaba en sujetar, sin mucha dificultad, a su
sonriente fierecilla.
Una sonrisa
traviesa se dibujó en el rostro del hombre mientras gesticulaba amenazante con
el pulgar de la mano con la que no estaba sujetando las muñecas de su también
risueña compañera….
-
Creo que esta vez, me voy a vengar….
Y sin más preámbulo, comenzó a dar vida a una
de las peores represalias para Jimena que era muy cosquillosa.
-
JAJJAJAJA, para, para, por favor, que me rindo,
en ese momento la vocalización de la torturada doncella era casi ininteligible.
JAJAJAJAJAJ , porfi, lo siento…..JAJAJJAJA, te juro que no lo vuelvo a hacer….
Hasta dentro de un rato….JAJAJAJAA
Aunque nuestra
pareja no se daba cuenta, desde la línea de palmeras, una joven rusa, de
belleza de esfinge, contemplaba, con ojos tristes, aquella bonita escena de
complicidad.
-
Venga, caramba, para ya, que me vas a dejar el
pelo hecho cisco con la arena… bueno… eso si no lo está ya….
-
Te lo buscaste…
Jimena desde
su posición debajo de su hombre y con las muñecas aun sujetas por encima de su
cabeza por la fuerte mano de su marido, miró a este con su famosa cara de
“zorro tibetano”…
-
Abusón.
Un besito en
la mejilla fue la respuesta a la provocación.
-
¿Sabes que te digo?
-
Pues no, chico, aun no….
-
Que estarías preciosa con una tripita….
-
Ay, Rodri…, un velito gris apagó un poquito la
alegría de los ojos de ella, ya lo hemos hablado…
“Y yo esperaré
lo que sea necesario”. De nuevo besó a su esposa, esta vez en los labios…
-
Si un bruto no me estuviera sujetando las
muñecas mientras impide mi libertad deambulatoria, miraría mi reloj, y quizás,
solo, quizás, me daría cuenta que igual teníamos que ir yendo de retirada…. Has
quedado a las siete….
Eran las siete
cuando Philippe entró a la biblioteca con cuatro carpetillas que contenían
varias hojas impresas, los chicos lo esperaban, sentados y charlando sobre
temas banales. Por su lado, en sus habitaciones cinco nerviosas damas velaban
armas. Rodrigo miró los contenidos de las sesiones revisando los conceptos fuerza de las mismas.
Jimena se miró
al espejo, decidiendo si un cepillado podía solucionar lo de la arena en su
melena.
Mitch, tomó un
sorbo del café que humeaba mientras buscaba con interés manifiesto que clases
serían de mayor interés para cada una de sus dos chicas.
Claire
contemplaba indecisa dos braguitas extendidas sobre la colcha, tribulando si,
las que más le gustaban, no serían demasiado atrevidas.
Marco revisaba
la larga lista de instrumentos, repasando mentalmente si, finalmente, había
traído todos.
Lidia se
giraba para contemplar su bonita figura desde atrás en el espejo, le preocupaba
una sutil celulitis que asomaba levemente en la parte superior de los muslos.
Nikolai, tras
leer el programa, se preguntaba si su hermosa y sombría Svletana podría
convertirse en una mujer feliz integrada en la sociedad de la isla.
Svletana no
entendía que tipo de ventajas podía tener para su matrimonio el someter su día
a día a la disciplina doméstica característica de la isla. Se sintió vacía.
Alice miró
preocupada en su bolsa, sin respirar tranquila hasta que encontró el cargador
de su móvil que su madre le había devuelto hacía unos minutos.
Cuando
finalmente el reloj marcó las siete y media, las chicas entraron nerviosas en
la bonita estancia en la que las esperaban sus hombres.
“Por favor
señoras, pasad y sentaos con vuestros respectivos”, dijo Philippe que había
pasado de anfitrión a maestro de ceremonias.
-
Pues queridas chicas, os vamos a desvelar la
primera de las sorpresas, en nuestra primera sesión vamos a tratar del más
básico y más elemental de los principios, los azotes con la mano. Las chicas se
removieron inquietas en sus asientos al oír el anuncio.
-
Pues bien, como íbamos diciendo,- continuó
Philippe-, el azote con la mano es el fundamento de todo lo demás, pero, contrariamente
a lo que podáis pensar, en sí mismo, no se trata de ningún castigo.
Las palabras
del profesor habían causado cierta estupefacción en todas las parejas menos en
una, por supuesto.
-
¿Cómo?, intervino Claire, cómo es posible que golpear
a una mujer no sea un castigo.
-
Claire, aquí es delito golpear a una mujer. La
disciplina doméstica no es golpear, tiene su tempo, su por qué y hasta sus
códigos. Se golpea a un enemigo, a un adversario, aquí, a nuestras chicas se
las corrige o castiga, pero jamás se las golpea. Sois el centro del universo, y
por eso nos preocupamos. Pero de verdad.
El auditorio
escuchaba entre incrédulo e interesado la teórica de su profesor.
-
Y como
iba diciendo, unos azotes con la mano desnuda distan mucho de lo necesario para
castigar a una jovencita o a una mujer más adulta. Los azotes con la mano
suelen utilizarse, si no se usa otro instrumento, para las formas más leves de
recordatorio y refuerzo, menos
frecuentemente como la modo suave de prevención, y, en algunas ocasiones, como
calentamiento; también puede ser, para algunos, que sea parte de una azotaina
de recapitulación si la dama se ha portado extremadamente bien en ese periodo.
-
¿Nos puedes recordar que era cada cosa, por
favor Philippe? La templada voz de Marco interrumpió la explicación.
-
Encantado. Pues mira, entre un recordatorio y un
refuerzo la diferencia es muy sutil, te pongo por ejemplo, imagina que tú y
Lidia tenéis un importante compromiso a una hora determinada, habéis quedado
con unos amigos para ir al teatro a las diez, y tú vas a estar ausente hasta la
hora en la que debáis salir de casa. Pues suele ser conveniente que un culito
rojo le recuerde el horario y le haga pensar en las consecuencias.
-
Ajá, entendido, dijo Lidia que se mostraba como
una alumna aplicada
-
¿Un refuerzo? Pues mira, aquí pondré por ejemplo
a nuestra benjamina…
Ni siquiera
una alusión directa hizo que Alice mostrara el más mínimo interés en la clase.
-
Pongamos, por ejemplo, que ella quiere entrar en
una carrera universitaria para la que es preciso obtener en una nota de bachillerato alta, y que sus
padres le han marcado que ninguna nota por debajo del 9,5 es aceptable, pues es
la tónica que antes de ir al instituto caigan unos azotes para ayudarla a
mantenerse focalizada en su objetivo. Algunos padres prefieren utilizar el
mismo instrumento, con menos intensidad y
número de azotes, claro, que usan para castigarla cuando en un examen no logra alcanzar, por ejemplo, ese 9,5 que se
le ha marcado.
-
Jobá, pues parece buen método, añadió Claire,
siempre deseosa de descubrir modos de disciplinar a su díscola hija.
-
Y ya por último las azotainas preventivas, que a
su vez las hay de dos tipos, la primera es cuando nuestra chica va a realizar
una actividad en la que hay riesgo de que pueda quebrar una norma que es
importante, pongamos por ejemplo que no nos gusta que beba y se lo hemos marcado
como particularmente importante; pues
bien, esa noche va a salir con las amigas. Existe un riesgo de que pueda
“equivocarse”, ya que no estaremos allí para cuidar de ella, en los pubs venden
alcohol y ella es mayor de edad, pero ella siempre ha sido obediente y nunca
bebe a no ser que le demos permiso. Dado que no hay precedente, una azotaina
con la mano puede ser adecuada para prevenir “errores”.
La
gesticulación de Philipe con los dedos hizo sonreír a los caballeros, aunque
las cuatro extranjeras tragaron saliva pensando en la infinidad de casos que
esto podía ser de aplicación.
-
Como inciso señalar que si ha sido castigada
recientemente por infringir esa norma, lo habitual es que la azotaina
preventiva sea con el mismo implemento e intensidad aunque más breve, para que
tenga claritas las consecuencias de no cuidarse.
-
Y bueno, igual también puede servir cuando se apagan
las luces, dijo Niko, arrancando una risita a los asistentes, a todos, menos a
una… Jimena reparó en que aunque no había reído la ocurrencia de su marido en
los ojos de Svletana había refulgido por primera vez desde que la conocía un
breve y sutil destello de ilusión.
“Pues chicos,
ha llegado la hora de la práctica”, dijo Philippe señalando a Jimena y a
Rodrigo que se levantaban.
Rodrigo
carraspeó y se dirigió al pequeño público; pues vamos a ver, la primera
posición es la más simple y la más aséptica. Con la mano guio a Jimena que con
experiencia se inclinó hasta apoyarse en la pared.
-
No penséis que existe una única manera, y según
vayáis cogiendo experiencia vais a descubrir la infinidad de combinaciones que
existe, pero esta, es la más sencilla y rápida, aunque, como os digo no os cerréis a experimentar cosas nuevas con vuestras compañeras.
Sin que su mujer
hiciera el más mínimo ademán de resistirse, el hombre recogió la falda y con
cuidado de no enrollarla la sujetó al cinturón dejando a la vista unos
turgentes muslos coronados por dos firmes nalgas cubiertas por un elegante pero
modesto culote color hueso con pequeños detalles de encaje.
-
Cómo veis esta es una ventaja importante que
tiene que nuestras chicas usen falda, aunque yo, personalmente, no creo que sea
razonable hacerlo mandatorio.
Rodrigo se
situó a un lado y sin más prolegómeno descargó el primer azote sobre la nalga
derecha de su mujer que respondió con un suspirito. El cachete había sido
vigoroso aunque no se había cebado en él. Sin dejar de hablar, continuó
azotando las nalgas de Jimena que poco a poco mostraban un tono cada vez más
rosado.
-
Es importante que tengáis presente que azotar a
nuestras chicas es un acto de amor, así que olvidaos de azotarlas si estáis
enfadados con ellas. Se trata de castigar o de corregir, no de una vendetta,
así que, debéis de comenzar siempre con cierta mesura, salvo para casos
extremos, no es recomendable iniciar con plena intensidad con nuestras chicas
“frías”. La lluvia de azotes seguía y Jimena ya tenía que morderse los labios
para no aumentar el tono de sus quejidos.
Poco a poco la
intensidad había aumentado y en cada uno de los azotes dados en la parte
central de las nalgas la mano se enterraba en los turgentes músculos de Jimena
que no podía ya evitar moverse cada vez que las cachetadas impactaban en su
trasero.
-
Como veis esta postura, aunque no muy íntima,
permite darle a nuestras chicas una rápida atención cuando sea preciso.
Tras coger de
la mano a Jimena la ayudó a ponerse en vertical y a atusarse la ropa.
-
Pues chicos, es vuestro turno.
Las parejas se
pusieron en pie, y mientras que Lidia, literalmente se abalanzó sobre la pared
quedando inclinada en una posición perfecta que casi clavaba la que había
modelado Jimena, Mich y Claire tiraban de su hija.
-
Alice, esto estaba hablado. O dos meses
castigada o nos acompañabas… tu verás…Para la dolescente atrapada por la
retórica de su madre no había escapatoria, no quería pensar en dos meses de la
escuela a casa y sin sus redes sociales.
Finalmente las
cuatro chicas se encontraban en posición y los spankers se afanaron por dar a
sus spankees la inauguración que se merecían.
Los tres
organizadores paseaban puntualizando fallitos típicos de principiantes.
Philip se
acercó a Mitch que se afanaba en azotar el trasero de Claire que, aunque ya con
el trasero bien colorado por los contundentes azotes de su marido no se la veía
en absoluto a disgusto a pesar del dolor de sus cuartos traseros.
-
Mitch, con tu permiso… mira, sé que crees que
poniendo la mano recta, como una paleta vas a ser más eficaz, pero no es así.
Mira,- le dijo mientras le mostraba como realizar un giro con la muñeca-, y sin
más aviso propino a Claire un azote que la hizo ponerse de puntillas. ¿Lo ves?
Por toda
respuesta el americano sonrió y comenzó a aplicar lo aprendido.
-
Sigue así, y en unos azotes vas a tener a esta
jovencita saltando como una cigarra. Aunque no pudo verlo, Claire fue feliz
oyendo aquel comentario.
Rodrigo se
acercó a la joven pareja de rusos, y el panorama era desolador. Svletana se
encontraba inclinada contra la pared con la cabeza girada hacia un lado,
inexpresiva, ajena. Tras ellas, su marido propinaba azotes ridículamente suaves
sobre el corto vestido ajustado de ella.
-
Niko, espera, para…., para…¿Qué haces?
-
Pues dándole una azotaina, como explicasteis.
Rodrigo negó
con la cabeza, "no…te aseguro que si azotaras así a cualquier chica de por aquí,
a los dos días estabas divorciado, si es que engañabas a alguna para casarse
contigo". Nikolai lo miró con extrañeza sin acabar de entender aquel humor
caneense.
-
Vamos a ver…. Tú la quieres, ¿verdad?
-
Sí, claro, más que a nada
-
Pues imagina, a ti, te preocupa que conduzca
segura, y dentro de cinco minutos va a coger el coche para ir a la otra punta
de la isla…. ¿Así le demuestras lo que te preocupas por ella?
Las palabras
de Rodrigo activaron un desconocido
resorte dentro de la cabeza del joven ejecutivo de banca, que notó como si de
pronto, una niebla que lo acompañaba desde el inicio de su matrimonio comenzara
a disiparse.
Cuando el
siguiente azote cayó en el trasero de Svletana, esta casi tuvo que recolocar la
cadera por la inesperada potencia del swing del su hasta ahora indolente
azotador. Nikolai comenzó a azotarla mientras hablaba con ella.
-
Y quiero, PLASS, PLASSS, que tengas, PLASS,
cuidado, PLASS, PLASS con la velocidad, porque, PLASS, PLASS, no podría PLASS,
PLASS, perdonarte, PLASS, si te pasara algo, PLASS, PLASS.
Aunque
cubiertas por la delgada tela turquesa del ajustado vestido las nalgas de la
rusa estaban recibiendo un contundente castigo, sin ni siquiera haber tenido un
leve calentamiento, ya que los primeros azotes no habían logrado ni sonrojar
sus suculentas lunas. La altiva rusa ya no miraba a un lado, si no al frente, pugnando
fuerte contra la pared para continuar ofreciendo a su marido un buen objetivo,
e, incluso, una lagrimita se deslizaba por su carrillo, pero, como el lector
habrá supuesto, esa lágrima no era de dolor.
Jimena pasó
por detrás de la pareja de músicos, y no pudo menos que dedicarles una mirada
de aceptación. Ella estaba inclinada apoyando las manos contra la pared, la
falda recogida con pulcritud a la cinturilla del vestido ofrecía una hermosa
visión de su culete apenas tapado por unas braguitas de encaje negro, al
tiempo, que ofrecía sus vulnerables posaderas como un suculento y fácil
objetivo para los azotes de su marido, el cual de forma rítmica y cadenciosa
estaba componiendo una punitiva sinfonía sobre las enrojecidas lunas. Mirando
el enrojecido trasero de la transalpina, este presentaba una pinta que no
desmerecía a su también dolorida colita.
La siguiente
parada de la improvisada sargento
instructora de culo ardiente fue el lugar donde Mitch se afanaba en azotar a su
hija Alice, la cual se empeñaba en ponérselo difícil a su esforzado padre.
-
Mitch, espera… así no puedes… Alice, guapetona,
estás recibiendo unos azotes, no te va a cachear ningún policía…- el comentario
lo motivaba que, frente a las otras chicas que obedientemente habían adoptado
la posición, la rebelde pequeña de los Martin se afamaba en permanecer erguida
con todo su cuerpo pegado al muro-.
Las manos de
Jimena se apoyaron sobre las caderas de la joven, forzándola a doblarse y a
separar sus zapatos del rodapié.
-
Alice, tu padre se está esforzando en enseñarte
algo, porque te quiere y se preocupa por ti, lo menos que puedes hacer es
obedecerle.
La joven se
giró hacia Jimena, y a esta le pareció entender un “sick” mascullado entre
dientes.
-
Y tú, Mitch, no puedes dejar que pase eso…
tienes mil posibilidades para hacer que una chica revoltosa obedezca, sobre
todo cuando es algo tan sencillo como que se ponga en la posición en la que se
le ordena….. ¿Ves? Así tiene el culo mucho mejor y a ti te será más sencillo
lograr el efecto que buscas.
- Mitch comenzó
a azotar el trasero de su hija que una vez adoptó la posición adecuada
quedaron, aún, más ceñido por sus apretados pantalones vaqueros.
Jimena, entre
tanto fue a buscar a Philippe para pedirle que estuviera atento por si Mitch
necesitaba ayuda para mantener a su potrilla controlada. El rubicundo hombre
retomó los azotes, descargando unos vigorosos cachetes sobre las hasta ese
momento esquivos globos de su hija.
Alice notaba
como, pese a la protección de la tela, la suave carne de sus nalgas empezaba a
picar, y como el calor que emanaba de la zona, comenzaba a extenderse. Primero
trató de sustraer su dolorido culete a los azotes, pero, percatándose de la
maniobra de la tramposa, su padre, la agarró de la cintura del vaquero y la
obligó a permanecer con el culo bien expuesto, al tiempo que aumentó la
intensidad de los azotes.
Cuando la
chica se percató que su única opción era mantenerse quieta y expuesta y que ni
pese a sus lamentos disminuía la intensidad de las descargas, comenzó a
sollozar, más de frustración que por el dolor de las nalgadas.
Habían pasado cincuenta
y cinco minutos de práctica, interrumpida, para alivio de nuestras chicas, a
menudo por Philippe para realizar apuntes y explicaciones, cuando el profesor
dio por terminada la práctica.
-
Creo que ha sido una excelente toma de contacto
para todos. Vamos a dar un ratito a nuestras chicas, que, en treinta minutos se
servirá la cena y luego aún nos queda la última sesión del día. Jimena, ¿Se van
contigo?
Un pulgar
hacia arriba fue toda la respuesta.
Mitch ayudó a
su hija a enderezarse, y con los dedos le enjugó las lágrimas.
-
Estoy orgulloso, nena.
Alice estaba
enfadada, hasta furiosa con sus padres, pero, en ese momento, la furia que
sentía hacia sus padres quedó empequeñecida con la que sintió hacia ella misma:
las palabras de su padre le habían hecho, por un microsegundo, sentirse en
calma.