El joven y la profesora desobediente

  Con 31 años, pese a que las pecas de su cara le confirieran un aspecto más aniñado, haber ganado una plaza como catedrática de instituto e...

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jueves, 19 de agosto de 2021

Resort de azotes para novatos. (III)

 


 

 

Jimena concentró a sus compañeras y se dirigió a la zona de “cuarteles de invierno” de las chicas. Aunque había sillas, ninguna se sentó.

 

-        Bueno , qué tal ha ido la experiencia

 

Tras unos segundos, Lidia contestó: “rara, la verdad”….

-        Explícate un poco más, saca tus sensaciones, sé que cuando las proceses tendrás respuestas, pero perderás el torrente de emociones que tenemos ahora.

 

-        Pues…. No sé, me ha dolido,-todas las chicas, incluso Alice que iba temperando sus respingos asintieron con sus cabezas-, y no me gustó, hasta lo maldecía por todo el daño que me hacía, pero, no sé por qué, empecé a pensar a que todo ese dolor no me estaba dañando, era…. comedido… no sé si me explico.

 

 Sus compañeras asintieron de nuevo.

 

-        Sí,  y sentía que aunque fuera “primitivo” lo hacía por mí, añadió Claire.

-        Me gustó sentir que en ese momento era el centro de su universo, que darme esos azotes que me merecía era lo más importante para él en ese momento… no es algo que sienta muy a menudo, rompió Svletana su habitual silencio.

 

Jimena escuchaba atentamente a sus compañeras mientras cogía de un armarito una serie de botes y tubos.

 

-        Os pregunto por qué, algunas veces, alguna de las chicas nuevas así lo siente, ¿Os habéis sentido humilladas?

-         

Claire fue la primera en responder.

-        No, y la verdad es que me lo preguntaba,  mientras no paraban de caerme azotes; es decir, pensaba que cómo era posible que no me sintiera humillada, me dolía, y a veces me cagaba en sus muertos,- Jimena sonrió ya que conocía bien ese sentimiento-, pero no había humillación. Pues eso… estaba allí con vosotras, mujeres triunfadoras que pueden lograr cualquier cosa, y nuestros hombres no estaban azotando y… no sé, me sentí bien… me sentí dócil. Era natural para mí, raro, pero natural.

 

-        Sí,- continuo Lidia-, como… como si encajara, como si todo estuviera bien, en su sitio…

 

 

Jimena decidió, que ella, también tenía una deuda de sinceridad con sus nuevas amigas.

-        A mí, cuando me azotan, me siento libre. Es decir, odio con todas mis fuerzas ser castigada, y vosotras lo odiareis también, como todas, y cada instrumento y cada postura están ideados para que los odiemos, pero, cuando soy disciplinadas, no siento más que soy una  fiscal, o ama de casa, o conductora; o farmacéutica… me siento libre para ser solo mujer. Siento que, con ese hombre que se ocupa de mí, incluso si me duele, puedo abrir la puerta a mi feminidad más salvaje y que muchas veces tenemos que camuflar en el día a día. Someterme a él me permite vivir mi verdadero yo, mi yo más radical. Y eso es lo que busco en un compañero, alguien que me complemente y me haga crecer.

-        Vamos, que prefieres llorar más veces que otras porque eso significa ser más feliz que otras, dijo Svletana, recapitulando con su curioso acento eslavo la síntesis de lo expuesto por Jimena.

-        Justamente…Svletana había plasmado en dos rasgos la esencia de su larga disquisición. Sin duda, esa capacidad dejaba patente una viva inteligencia, pensó Jimena.

 

-        Quiero eso….. ponme dos…. dijo Claire mientras guiñaba un ojo. La broma relajó el ambiente que había quedado un tanto “reflexivo” tras las palabras de su intructora.

 

 

-        Pues bueno… que no quiero dar excusas para que los chicos se empeñen un poco más tras la cena si llegamos tarde. Vais a poneros por parejas, pero, primero, quitaos la falda y las braguitas.

 

-        ¡Ni de coña! Fue la réplica de Alice.

 

Claire que ya estaba obedeciendo las indicaciones miró a su hija.

 

-        Alice Martin, tienes tres segundos para empezar a bajarte esos pantalones y hacer lo que ha dicho Jimena, si no, se lo diré a tu padre, y no creo que eso sea bueno para tu posición, jovencita.

 

A regañadientes la joven obedeció a su madre y se hizo patente el porqué de su primera negativa a obedecer. Frente al resto de mujeres que lucían de cintura para abajo un estado de extrema pulcritud y unos pubis primorosamente rasurados, Alice presentaba un desmañado parche de vello en su bajo vientre y sus piernas tampoco hubieran ganado un concurso de suavidad.

 

Las damas de la familia Martin estaban tan rojas que parecía que se habían convertido en mujeres semáforo.

 

-        ¡Qué forma es esta de avergonzarnos! Claire  roja de ira contemplaba atónita la  falta de atildamiento de su hija.

 

Como explicación del natural enfado de Claire hay que señalar que, aunque no era mandatorio por ninguna regulación, Isla Cane como  país próspero y civilizado que era, había desarrollado unos estándares de belleza femenina muy sofisticados y exigentes, entre los cuales estaba que las mujeres extremaban el cuidado de su vello corporal, optando la mayoría por rasurarlo ya que era la forma más sencilla de mantenerlo siempre perfecto. Como además, por los usos sociales, era muy probable que una mujer acabara tarde o temprano en una posición delicada, todas extremaban las precauciones, y,  por así decirlo, repasar las líneas del bikini en las playas de Isla Cane, era un placer para la vista.

 

-        ¡Te dije que no quería bromas con esto antes de salir de casa! ¡Te lo dije! Pero claro…la culpa es mía por fiarme de ti…. Pero sabes qué, que pienso decírselo a tu padre, y a mí me calentará el culo, y con razón, pero a ti, ¡Te lo va a despellejar!

 

Aunque para el resto de chicas el pecadillo era “venial”, (cuantas no nos hemos preparado para una noche de pasión, y, sobretodo en invierno, no nos hemos avergonzado un tantito al empezarnos a poner las medias…), pero estaba claro que la orden de su mamá era categórica, y, en una sociedad en que las mujeres tenían tanta responsabilidad en la proyección social de la familia, el asunto no era baladí.

 

 

Alice, hacía lo posible por taparse el desaguisado de su pubis mientras daba saltitos de pie a pie como si anticipara el castigo por su negligencia.

 


 

 

Jimena intervino, “Claire, tienes toda la razón del mundo, pero, va a ser la hora de cenar, y como no os explique lo que toca, a la que le van a despellejar el culo es a mi…”.

 

La broma, aunque amenazante, rompió el impasse y logró que los acontecimientos se pusieran de nuevo en movimiento.

 

-        O bien, os lo explico igualmente y nos lo depellejan a todas por tardonas…. No sé….Venga chicas, que esto os va a gustar… Los bálsamos. Aunque puede que ahora nos duela un poco el culo, os aseguro que esto no es ni un aperitivo de lo que nos puede llegar a esperar, así que, aunque como os podéis ver, ninguna tenemos marcas más allá de un poco de  rojo que se va disipando, es importante que, siempre que nuestro pompis haya recibido “atenciones” y lo antes posible cuando nos lo autoricen, nos echemos ungüento y bálsamo. Aunque de momento no nos haga falta, os voy a dar a cada una este bote de tapa verde, que es un compuesto que ayudará a absorber hematomas y cardenales, - las chicas tragaron saliva viendo la naturalidad con la que Jimena trataba el tema-. En la isla tenemos muchos laboratorios y cosméticas importantes y todos tienen buenos productos en el mercado, (en efecto Isla Cane había aguantado junto con Francia como líder del mercado aun a pesar del advenimiento de las marcas coreanas y japonesas), así que, por el momento cogedlo, pero no hará falta, al menos ahora.

Y ahora, por parejas, os vais a tumbar y os echareis este tónico de tapita azul, que alivia el dolor y tiene cierto efecto frío que también mantiene a raya la hinchazón. Este se absorbe muy rápido, todas las mujeres aquí lo llevamos en el bolso. Es fácil de usar, y seguro, no os preocupéis si necesitáis echároslo cerca del ano o la vagina. Y no seáis rácanas cuando os lo echéis, es mano de santo.

Las chicas cumplieron lo encomendado y constataron que, efectivamente, al poco tiempo su piel estaba ya seca y su pompis recibía una agradable sensación de fresquito.

“Cómo se llama”, preguntó Lidia sosteniendo el botecito verde en la mano “creo que me voy a comprar una caja”.

-        Da igual, son universales, tapita verde y azul, todas las marcas. Casi todas las químicas, dermatólogas y hasta ejecutivas de las empresas también son mujeres, así que nos lo ponemos fácil entre nosotras.

Disfrutando de las bondades de la cosmética isleña, las mujeres bendijeron esa mentalidad. ¡Eso sí que era sororidad!


 

Los minutitos de “aftercare” habían sido agradables para las chicas, y, hasta Svletana que no había entrado con muy buen pie, se iba integrando poquito a poco. Incluso Claire que tras una severa admonición acerca de que después de la cena quería ver a su hija “suave como el culito de una bebé”, había relajado un poco la expresión de enfado.

El ratito en comunidad había contribuido a reforzar los lazos entre las chicas, pero, la hora se aproximaba y no era buena idea, disfrutando de tan particulares vacaciones, el hacer esperar de más a sus Romeos, así que aunque con un poquito de pena por tener que dar por terminado tan benigno “aquelarre”, se fueron vistiendo y encaminándose a la terraza, donde cuatro mesas con velas las esperaban bajo la titilante luz de las estrellas.

 

Cuando llegaron, Philippe esperaba a las parejas elegantemente vestido. Tras indicarles unas nociones de cómo sería la cena, fue avisando a las parejas de que, a las once, iniciaría la lección de la noche. Aunque los chicos conocían los pormenores, a las chicas, sólo se les dijo, que la clase iba a ser un tanto temática, y que por ello deberían asistir con ropa de cama.

 

Todos  apuraron el tiempo disfrutando de la agradabilísima temperatura, y, tras unos minutos para ir al aseo y cepillarse los dientes, las parejas pasearon por el auténtico vergel que constituía el jardín de la villa. Y decimos parejas, ya que una apurada señorita se afanaba en su cuarto de baño entre cuchillas, cremas y tiras de cera… “ni medio pelito”, le había vuelto a repetir su madre antes de entrar a cenar.

miércoles, 18 de agosto de 2021

Resort de azotes para novatos. (II)


 

El aperitivo de bienvenida se desarrolló acorde a lo previsto, con los organizadores acercándose a  las distintas parejas y tratando de que estas entablaran conversaciones entre ellas. Cuando llegó la hora de la comida ya se habían descubierto unas incipientes afinidades e incluso, la díscola Alice había aliviado un tanto su gesto adusto y había cruzado unas palabras con Svletana.

La comida, que realizaron sentados todos en una soberbia mesa de caoba americana, fue una deliciosa colección de pescados, suficiente para que nuestros hombres no se quedaran sin fuerzas pero ligera para que nadie pudiera excusarse luego en malestar de estómago. Las conversaciones bailaron por diversos temas, aunque, curiosamente ninguna tocó el tema mollar por el cual se encontraban reunidos. Un observador avezado, como lo es el lector, se hubiera percatado que dos de las mujeres, permanecían un tanto al margen, por un lado Svletana que participaba poco, y por el otro Alice, que había permanecido inmersa en la pantalla de su móvil hasta que finalmente, su madre se lo arrebató con brusquedad.

Tras el café, y cuando los invitados ya se iban levantando, Philippe indicó a la concurrencia, antes de que esta se dispersara, que el próximo hito sería la primera clase que, como la mayoría, se impartiría en el salón biblioteca. Los chicos deberían estar a las siete, para que Philippe les pudiera dar el programa y ciertas instrucciones mientras que las mujeres podían disfrutar de un rato más de asueto ya que, su cita era  a las siete y media.

 

Las parejas aprovecharon la primera parte de la tarde para disfrutar de las comodidades de la villa o a para pasear por la playa desde la que se vislumbraba el cercano arrecife de coral contra el que rompían las olas, haciendo que tan solo un mar manso besara la hermosa costa.

Rodrigo le hablaba a Jimena del proyecto de colonia de foca monje que llevaba a cabo el departamento que dirigía no lejos de aquella playa. Ella lo escuchaba mientras lo miraba con ojos vivaces. Su sagaz inteligencia extraía los datos que diseccionaba y almacenaba en su cerebro con meticulosidad, como maravillaba a su marido, dentro de cinco años ella recordaría las edades y sexo de los cachorros de foca, mientras que él, aquel dato, lo habría extraviado en su laberinto de neuronas.

-        Sabes que te digo….

-        No, dime, gatita.

-        ¡Que me pongo celosa cuando te oigo hablar de focas! Con un ágil escorzo de cintura, se agachó rápidamente y, antes de salir corriendo, arrojo un puñado de la suave y caliente arena a su marido.

Pero, si se va riendo mientras se corre, y un competidor es una fiscal de complexión pequeña y el otro un fornido biólogo marino con miles de horas de inmersión, la suerte de la carrera está echada. A los pocos segundos, la espalda de Jimena se apoyaba en la arena mientras Rodrigo se afanaba en sujetar, sin mucha dificultad, a su sonriente fierecilla.

Una sonrisa traviesa se dibujó en el rostro del hombre mientras gesticulaba amenazante con el pulgar de la mano con la que no estaba sujetando las muñecas de su también risueña compañera….

-        Creo que esta vez, me voy a vengar….

 Y sin más preámbulo, comenzó a dar vida a una de las peores represalias para Jimena que era muy cosquillosa.

-        JAJJAJAJA, para, para, por favor, que me rindo, en ese momento la vocalización de la torturada doncella era casi ininteligible. JAJAJAJAJAJ , porfi, lo siento…..JAJAJJAJA, te juro que no lo vuelvo a hacer…. Hasta dentro de un rato….JAJAJAJAA

Aunque nuestra pareja no se daba cuenta, desde la línea de palmeras, una joven rusa, de belleza de esfinge, contemplaba, con ojos tristes, aquella bonita escena de complicidad.

-        Venga, caramba, para ya, que me vas a dejar el pelo hecho cisco con la arena… bueno… eso si no lo está ya….

-        Te lo buscaste…

Jimena desde su posición debajo de su hombre y con las muñecas aun sujetas por encima de su cabeza por la fuerte mano de su marido, miró a este con su famosa cara de “zorro tibetano”…

-        Abusón.

Un besito en la mejilla fue la respuesta a la provocación.

-        ¿Sabes que te digo?

-        Pues no, chico, aun no….

-        Que estarías preciosa con una tripita….

-        Ay, Rodri…, un velito gris apagó un poquito la alegría de los ojos de ella, ya lo hemos hablado…

“Y yo esperaré lo que sea necesario”. De nuevo besó a su esposa, esta vez en los labios…

-        Si un bruto no me estuviera sujetando las muñecas mientras impide mi libertad deambulatoria, miraría mi reloj, y quizás, solo, quizás, me daría cuenta que igual teníamos que ir yendo de retirada…. Has quedado a las siete….


Eran las siete cuando Philippe entró a la biblioteca con cuatro carpetillas que contenían varias hojas impresas, los chicos lo esperaban, sentados y charlando sobre temas banales. Por su lado, en sus habitaciones cinco nerviosas damas velaban armas. Rodrigo miró los contenidos de las sesiones  revisando los conceptos fuerza de las mismas.

Jimena se miró al espejo, decidiendo si un cepillado podía solucionar lo de la arena en su melena.

Mitch, tomó un sorbo del café que humeaba mientras buscaba con interés manifiesto que clases serían de mayor interés para cada una de sus dos chicas.

Claire contemplaba indecisa dos braguitas extendidas sobre la colcha, tribulando si, las que más le gustaban, no serían demasiado atrevidas.

Marco revisaba la larga lista de instrumentos, repasando mentalmente si, finalmente, había traído todos.

Lidia se giraba para contemplar su bonita figura desde atrás en el espejo, le preocupaba una sutil celulitis que asomaba levemente en la parte superior de los muslos.

Nikolai, tras leer el programa, se preguntaba si su hermosa y sombría Svletana podría convertirse en una mujer feliz integrada en la sociedad de la isla.

Svletana no entendía que tipo de ventajas podía tener para su matrimonio el someter su día a día a la disciplina doméstica característica de la isla. Se sintió vacía.

Alice miró preocupada en su bolsa, sin respirar tranquila hasta que encontró el cargador de su móvil que su madre le había devuelto hacía unos minutos.


 

Cuando finalmente el reloj marcó las siete y media, las chicas entraron nerviosas en la bonita estancia en la que las esperaban sus hombres.

“Por favor señoras, pasad y sentaos con vuestros respectivos”, dijo Philippe que había pasado de anfitrión a maestro de ceremonias. 

-      Pues queridas chicas, os vamos a desvelar la primera de las sorpresas, en nuestra primera sesión vamos a tratar del más básico y más elemental de los principios, los azotes con la mano. Las chicas se removieron inquietas en sus asientos al oír el anuncio.

-      Pues bien, como íbamos diciendo,- continuó Philippe-, el azote con la mano es el fundamento de todo lo demás, pero, contrariamente a lo que podáis pensar, en sí mismo, no se trata de ningún castigo.

Las palabras del profesor habían causado cierta estupefacción en todas las parejas menos en una, por supuesto.

-      ¿Cómo?, intervino Claire, cómo es posible que golpear a una mujer no sea un castigo.

-      Claire, aquí es delito golpear a una mujer. La disciplina doméstica no es golpear, tiene su tempo, su por qué y hasta sus códigos. Se golpea a un enemigo, a un adversario, aquí, a nuestras chicas se las corrige o castiga, pero jamás se las golpea. Sois el centro del universo, y por eso nos preocupamos. Pero de verdad.

El auditorio escuchaba entre incrédulo e interesado la teórica de su profesor.

-      Y  como iba diciendo, unos azotes con la mano desnuda distan mucho de lo necesario para castigar a una jovencita o a una mujer más adulta. Los azotes con la mano suelen utilizarse, si no se usa otro instrumento, para las formas más leves de recordatorio y  refuerzo, menos frecuentemente como la modo suave de prevención, y, en algunas ocasiones, como calentamiento; también puede ser, para algunos, que sea parte de una azotaina de recapitulación si la dama se ha portado extremadamente bien en ese periodo.

-      ¿Nos puedes recordar que era cada cosa, por favor Philippe? La templada voz de Marco interrumpió la explicación.

-      Encantado. Pues mira, entre un recordatorio y un refuerzo la diferencia es muy sutil, te pongo por ejemplo, imagina que tú y Lidia tenéis un importante compromiso a una hora determinada, habéis quedado con unos amigos para ir al teatro a las diez, y tú vas a estar ausente hasta la hora en la que debáis salir de casa. Pues suele ser conveniente que un culito rojo le recuerde el horario y le haga pensar en las consecuencias.

-      Ajá, entendido, dijo Lidia que se mostraba como una alumna aplicada

-      ¿Un refuerzo? Pues mira, aquí pondré por ejemplo a nuestra benjamina…

Ni siquiera una alusión directa hizo que Alice mostrara el más mínimo interés en la clase.

-      Pongamos, por ejemplo, que ella quiere entrar en una carrera universitaria para la que es preciso obtener en  una nota de bachillerato alta, y que sus padres le han marcado que ninguna nota por debajo del 9,5 es aceptable, pues es la tónica que antes de ir al instituto caigan unos azotes para ayudarla a mantenerse focalizada en su objetivo. Algunos padres prefieren utilizar el mismo instrumento, con menos intensidad y  número de azotes, claro, que usan para castigarla cuando en un examen  no logra alcanzar, por ejemplo, ese 9,5 que se le ha marcado.

-      Jobá, pues parece buen método, añadió Claire, siempre deseosa de descubrir modos de disciplinar a su díscola hija.

-      Y ya por último las azotainas preventivas, que a su vez las hay de dos tipos, la primera es cuando nuestra chica va a realizar una actividad en la que hay riesgo de que pueda quebrar una norma que es importante, pongamos por ejemplo que no nos gusta que beba y se lo hemos marcado como particularmente importante;  pues bien, esa noche va a salir con las amigas. Existe un riesgo de que pueda “equivocarse”, ya que no estaremos allí para cuidar de ella, en los pubs venden alcohol y ella es mayor de edad, pero ella siempre ha sido obediente y nunca bebe a no ser que le demos permiso. Dado que no hay precedente, una azotaina con la mano puede ser adecuada para prevenir “errores”.

La gesticulación de Philipe con los dedos hizo sonreír a los caballeros, aunque las cuatro extranjeras tragaron saliva pensando en la infinidad de casos que esto podía ser de aplicación.

-      Como inciso señalar que si ha sido castigada recientemente por infringir esa norma, lo habitual es que la azotaina preventiva sea con el mismo implemento e intensidad aunque más breve, para que tenga claritas las consecuencias de no cuidarse.

-      Y bueno, igual también puede servir cuando se apagan las luces, dijo Niko, arrancando una risita a los asistentes, a todos, menos a una… Jimena reparó en que aunque no había reído la ocurrencia de su marido en los ojos de Svletana había refulgido por primera vez desde que la conocía un breve y sutil  destello de ilusión.

“Pues chicos, ha llegado la hora de la práctica”, dijo Philippe señalando a Jimena y a Rodrigo que se levantaban.

Rodrigo carraspeó y se dirigió al pequeño público; pues vamos a ver, la primera posición es la más simple y la más aséptica. Con la mano guio a Jimena que con experiencia se inclinó hasta apoyarse en la pared.

-      No penséis que existe una única manera, y según vayáis cogiendo experiencia vais a descubrir la infinidad de combinaciones que existe, pero esta, es la más sencilla y rápida, aunque, como os digo no os cerréis a experimentar cosas nuevas con vuestras compañeras.

Sin que su mujer hiciera el más mínimo ademán de resistirse, el hombre recogió la falda y con cuidado de no enrollarla la sujetó al cinturón dejando a la vista unos turgentes muslos coronados por dos firmes nalgas cubiertas por un elegante pero modesto culote color hueso con pequeños detalles  de encaje.

-      Cómo veis esta es una ventaja importante que tiene que nuestras chicas usen falda, aunque yo, personalmente, no creo que sea razonable hacerlo mandatorio.

Rodrigo se situó a un lado y sin más prolegómeno descargó el primer azote sobre la nalga derecha de su mujer que respondió con un suspirito. El cachete había sido vigoroso aunque no se había cebado en él. Sin dejar de hablar, continuó azotando las nalgas de Jimena que poco a poco mostraban un tono cada vez más rosado.

-      Es importante que tengáis presente que azotar a nuestras chicas es un acto de amor, así que olvidaos de azotarlas si estáis enfadados con ellas. Se trata de castigar o de corregir, no de una vendetta, así que, debéis de comenzar siempre con cierta mesura, salvo para casos extremos, no es recomendable iniciar con plena intensidad con nuestras chicas “frías”. La lluvia de azotes seguía y Jimena ya tenía que morderse los labios para no aumentar el tono de sus quejidos.

Poco a poco la intensidad había aumentado y en cada uno de los azotes dados en la parte central de las nalgas la mano se enterraba en los turgentes músculos de Jimena que no podía ya evitar moverse cada vez que las cachetadas impactaban en su trasero.

-      Como veis esta postura, aunque no muy íntima, permite darle a nuestras chicas una rápida atención cuando sea preciso.

Tras coger de la mano a Jimena la ayudó a ponerse en vertical y a atusarse la ropa.



 

-      Pues chicos, es vuestro turno.

Las parejas se pusieron en pie, y mientras que Lidia, literalmente se abalanzó sobre la pared quedando inclinada en una posición perfecta que casi clavaba la que había modelado Jimena, Mich y Claire tiraban de su hija.

-      Alice, esto estaba hablado. O dos meses castigada o nos acompañabas… tu verás…Para la dolescente atrapada por la retórica de su madre no había escapatoria, no quería pensar en dos meses de la escuela a casa y sin sus redes sociales.

Finalmente las cuatro chicas se encontraban en posición y los spankers se afanaron por dar a sus spankees la inauguración que se merecían.

Los tres organizadores paseaban puntualizando fallitos típicos de principiantes.

Philip se acercó a Mitch que se afanaba en azotar el trasero de Claire que, aunque ya con el trasero bien colorado por los contundentes azotes de su marido no se la veía en absoluto a disgusto a pesar del dolor de sus cuartos traseros.

-      Mitch, con tu permiso… mira, sé que crees que poniendo la mano recta, como una paleta vas a ser más eficaz, pero no es así. Mira,- le dijo mientras le mostraba como realizar un giro con la muñeca-, y sin más aviso propino a Claire un azote que la hizo ponerse de puntillas. ¿Lo ves?

Por toda respuesta el americano sonrió y comenzó a aplicar lo aprendido.

-      Sigue así, y en unos azotes vas a tener a esta jovencita saltando como una cigarra. Aunque no pudo verlo, Claire fue feliz oyendo aquel comentario.

Rodrigo se acercó a la joven pareja de rusos, y el panorama era desolador. Svletana se encontraba inclinada contra la pared con la cabeza girada hacia un lado, inexpresiva, ajena. Tras ellas, su marido propinaba azotes ridículamente suaves sobre el corto vestido ajustado de ella.

-      Niko, espera, para…., para…¿Qué haces?

-      Pues dándole una azotaina, como explicasteis.

Rodrigo negó con la cabeza, "no…te aseguro que si azotaras así a cualquier chica de por aquí, a los dos días estabas divorciado, si es que engañabas a alguna para casarse contigo". Nikolai lo miró con extrañeza sin acabar de entender aquel humor caneense.

-      Vamos a ver…. Tú la quieres, ¿verdad?

-      Sí, claro, más que a nada

-      Pues imagina, a ti, te preocupa que conduzca segura, y dentro de cinco minutos va a coger el coche para ir a la otra punta de la isla…. ¿Así le demuestras lo que te preocupas por ella?

Las palabras de Rodrigo activaron  un desconocido resorte dentro de la cabeza del joven ejecutivo de banca, que notó como si de pronto, una niebla que lo acompañaba desde el inicio de su matrimonio comenzara a disiparse.

Cuando el siguiente azote cayó en el trasero de Svletana, esta casi tuvo que recolocar la cadera por la inesperada potencia del swing del su hasta ahora indolente azotador. Nikolai comenzó a azotarla mientras hablaba con ella.

-      Y quiero, PLASS, PLASSS, que tengas, PLASS, cuidado, PLASS, PLASS con la velocidad, porque, PLASS, PLASS, no podría PLASS, PLASS, perdonarte, PLASS, si te pasara algo, PLASS, PLASS.

Aunque cubiertas por la delgada tela turquesa del ajustado vestido las nalgas de la rusa estaban recibiendo un contundente castigo, sin ni siquiera haber tenido un leve calentamiento, ya que los primeros azotes no habían logrado ni sonrojar sus suculentas lunas. La altiva rusa ya no miraba a un lado, si no al frente, pugnando fuerte contra la pared para continuar ofreciendo a su marido un buen objetivo, e, incluso, una lagrimita se deslizaba por su carrillo, pero, como el lector habrá supuesto, esa lágrima no era de dolor.


 

Jimena pasó por detrás de la pareja de músicos, y no pudo menos que dedicarles una mirada de aceptación. Ella estaba inclinada apoyando las manos contra la pared, la falda recogida con pulcritud a la cinturilla del vestido ofrecía una hermosa visión de su culete apenas tapado por unas braguitas de encaje negro, al tiempo, que ofrecía sus vulnerables posaderas como un suculento y fácil objetivo para los azotes de su marido, el cual de forma rítmica y cadenciosa estaba componiendo una punitiva sinfonía sobre las enrojecidas lunas. Mirando el enrojecido trasero de la transalpina, este presentaba una pinta que no desmerecía a su también dolorida colita.

La siguiente parada de  la improvisada sargento instructora de culo ardiente fue el lugar donde Mitch se afanaba en azotar a su hija Alice, la cual se empeñaba en ponérselo difícil a su esforzado padre.

-      Mitch, espera… así no puedes… Alice, guapetona, estás recibiendo unos azotes, no te va a cachear ningún policía…- el comentario lo motivaba que, frente a las otras chicas que obedientemente habían adoptado la posición, la rebelde pequeña de los Martin se afamaba en permanecer erguida con todo su cuerpo pegado al muro-.

Las manos de Jimena se apoyaron sobre las caderas de la joven, forzándola a doblarse y a separar sus zapatos del rodapié.

-      Alice, tu padre se está esforzando en enseñarte algo, porque te quiere y se preocupa por ti, lo menos que puedes hacer es obedecerle.

 La joven se giró hacia Jimena, y a esta le pareció entender un “sick” mascullado entre dientes.

 

-      Y tú, Mitch, no puedes dejar que pase eso… tienes mil posibilidades para hacer que una chica revoltosa obedezca, sobre todo cuando es algo tan sencillo como que se ponga en la posición en la que se le ordena….. ¿Ves? Así tiene el culo mucho mejor y a ti te será más sencillo lograr el efecto que buscas.

-       Mitch comenzó a azotar el trasero de su hija que una vez adoptó la posición adecuada quedaron, aún, más ceñido por sus apretados pantalones vaqueros.

Jimena, entre tanto fue a buscar a Philippe para pedirle que estuviera atento por si Mitch necesitaba ayuda para mantener a su potrilla controlada. El rubicundo hombre retomó los azotes, descargando unos vigorosos cachetes sobre las hasta ese momento esquivos globos de su hija.

Alice notaba como, pese a la protección de la tela, la suave carne de sus nalgas empezaba a picar, y como el calor que emanaba de la zona, comenzaba a extenderse. Primero trató de sustraer su dolorido culete a los azotes, pero, percatándose de la maniobra de la tramposa, su padre, la agarró de la cintura del vaquero y la obligó a permanecer con el culo bien expuesto, al tiempo que aumentó la intensidad de los azotes.

Cuando la chica se percató que su única opción era mantenerse quieta y expuesta y que ni pese a sus lamentos disminuía la intensidad de las descargas, comenzó a sollozar, más de frustración que por el dolor de las nalgadas.

Habían pasado cincuenta y cinco minutos de práctica, interrumpida, para alivio de nuestras chicas, a menudo por Philippe para realizar apuntes y explicaciones, cuando el profesor dio por terminada la práctica.

 

-      Creo que ha sido una excelente toma de contacto para todos. Vamos a dar un ratito a nuestras chicas, que, en treinta minutos se servirá la cena y luego aún nos queda la última sesión del día. Jimena, ¿Se van contigo?

 

Un pulgar hacia arriba fue toda la respuesta.

 

Mitch ayudó a su hija a enderezarse, y con los dedos le enjugó las lágrimas.

 

-      Estoy orgulloso, nena.


 

 

Alice estaba enfadada, hasta furiosa con sus padres, pero, en ese momento, la furia que sentía hacia sus padres quedó empequeñecida con la que sintió hacia ella misma: las palabras de su padre le habían hecho, por un microsegundo, sentirse en calma.